Los que sobrevuelan sobre nuestra cabeza son nuestros pensamientos.
Buenos o mierda malos.
Lo que sobrevuela sobre nosotros es la manera de ver a los demás.
Los que hay afuera de nosotros, que a veces son los que nos retratan bien, nos miran desde arriba.
Podemos parecer lobos por nuestras orejas, pero somos los padres de nuestros actos.
Y si somos unos cobardes no podemos ser lobos sino cerdos, aunque nos disfracemos.
Ponemos cara de nada para disimular de lo que realmente pensamos, de lo que somos, de lo que seríamos si tuviéramos la posibilidad de disfrazarnos de poderosos.
No somos nada, no sabemos hacer música que suene a hermosura, sino a marchas de idiotas con cerdos volando.
Para disimular nos ponemos colores en las solapas o en los hombros, y así parecemos más poderosos aunque seamos un excremento de nada.
Hoy solo quiero gritar, no sé bien el motivo. Solo quiero cabrearme mientras me quedo quieto.
La edad ya me ha vuelto un cobarde.
¿No lo habré sido siempre?