Su color nos puede. Envidiosamente tenemos que reconocer que somos incapaces de copiar sus colores, de lograr esos potentes magentas, esos rojos tan profundos.
No podemos copiar sus colores, incluso los amarillos de sus entrañas se nos pierden a no ser que ampliemos la imagen.
¡Puñetera flor!, qué envidia te tengo.
No podemos copiar sus colores, incluso los amarillos de sus entrañas se nos pierden a no ser que ampliemos la imagen.
¡Puñetera flor!, qué envidia te tengo.