Escribimos con las manos cambiando posiciones,
mezclando colores naturales imposibles de pintar,
obligando a morir las historias que hemos querido escribir,
depositando,
observando,
como van ajándose los mensajes
hasta que decidamos aplastarlos
reclamando a los viajeros
que pasan a girar la mirada en busca del sentido.
Escribimos con el sentimiento y las ganas de ser observados.