Gritaba para asustar, mientras que con sus flechas y rayas de punta intentaba pinchar a los que se le acercaban.
Sus enormes ojos conjuntaban muy bien con su cadena de oro y esta, perfectamente, con su gorra americana comprada en la plaza del pueblo.
Creo que eructaba signos de interrogación, cruces y flechas de variado color, rayas y truenas, que cobraban vida en cuanto alcanzaban el aire de la calle.
Nunca lanzaba signos de admiración.