Las piezas infantiles de un un juego de mecano me recuerdan a tardes de verano, a días de ocio vacío, a semanas rodeado de la madre y con posibilidad de ir al pueblo a seguir conociendo a gallinas, cerdos o asnos.
Las primeras arquitecturas eran de madera y se sujetaban en el aire a costa de equilibrio. Luego, cuando ya la delicadeza había pasado entre los dedos aparecieron las construcciones metálicas o de plástico, los Lego, los Tente o los Meccano.
Cuando nos quisieron convencer de que aquello servía para aprender —nadie sabe bien qué— obviamos de seguir jugando con aquello y nos pasamos al fútbol. La fuerza bruta se había apoderado de nosotros.
Las primeras arquitecturas eran de madera y se sujetaban en el aire a costa de equilibrio. Luego, cuando ya la delicadeza había pasado entre los dedos aparecieron las construcciones metálicas o de plástico, los Lego, los Tente o los Meccano.
Cuando nos quisieron convencer de que aquello servía para aprender —nadie sabe bien qué— obviamos de seguir jugando con aquello y nos pasamos al fútbol. La fuerza bruta se había apoderado de nosotros.