Chicas agujereadas por las ventanas, sin dejarlas hablar, mirando hacia la nada, esculpidas en una vieja pared dispuesta a ser derrumbada en cuanto ya no haga gracia su mirada.
Siempre creí que las salvaba la flor magenta y su vestimenta de los años ajados de los 70. Hasta que me di cuenta del camafeo al cuello. Entonces pensé en ellas y en aquellos años. Ya nunca volverán.