No somos capaces de rehabilitar algo que no sea de nuestra propiedad. ¡Para qué! Ni que esté en un meandro que es un lugar sin futuro, con las únicas posibilidades de que se convierta en un paisaje lleno de huertas. El porvenir de todo este es escaso, no da ni para comprar un cinturón de castidad que son los cinturones menos castos de todos. Si se usan, es para poder usarlos luego. Todo lo que se pone se quita.