Las viejas puertas cerradas siempre esconden fantasmas. Nadie sabe quienes traspasaron esta puerta en su uso habitual. Señoras de alcurnia o jóvenes criadas, soldados o mozalbetes, caballerías o agricultores, doctores dispuestos a curas o sacerdotes con la hostia recogida, comerciantes o clientes, mujeres embarazadas u ancianos decrépitos.
Miedos, alegrías, sinsabores, bellezas, esperanzas.
Miedos, alegrías, sinsabores, bellezas, esperanzas.
Son puertas de museo que ahora descansan de sus postigos sin acordarse de sus abridores. Ni de sus cerradores.