Son días de cielos dramáticos, de luces cortas, de tormentas de final de otoño que invitan a seguir en el hogar, junto a las castañas y el fuego. Son tardes ancestrales, de recogida, de diálogo, de soñar. Son días para mirar por la ventana de la cocina del pueblo. Este cielo es de Anzánigo, de un día de sol y frío, de recogida y hogar con maderos.