Las paredes lloran, muchas veces sin decirlo pero lloran.
Han visto mucho, casi en exceso.
Que estén quietas no quiere decir que no se den cuenta, simplemente observan y aguantan, pero a veces lloran.
Incluso a veces más que algunas personas, que son más ásperas que las paredes arrugadas.
Llorar es tener sensibilidad y eso aunque muchos creen lo contrario, es sensación de estar vivo y de saber vivir.
Tanto se disfruta lo hermoso de otra manera, como se sufre el dolor desde otra posición.