Crujiente relación, que se sustentaba en los pilares de la quebradiza forma de sus patas extrañas. Caliente invitado, a una cena de pobres rotos por el aire de la vida normal y habitual. ¿Quien dijo que los aires no pudiera quebrar los sistemas más sujetos de las relaciones? Efectivamente, nadie. Por eso mismo, resulta curioso que el papelito que cada uno tenemos en este mundo, sirva para insistir en nuestras posibilidades. Hay que matizar antes de rectificar, para que las roturas del sistema de relaciones, sea el mínimo común que nos domina. Antes se decía dominador, ahora ya eso no se lleva en la mota de la moda. Somos niños grandes jugando, que nos dejamos llevar por el lenguaje para ganar o perder. No resolvemos, sólo hablamos. Y a ser posible, insultandonos.