El desierto es la suma de vacíos, de espacios sin personas, de personas vacías, de miradas perdidas, de no creer que el desierto es negativo.
El desierto lo creamos nosotros, pues en algunos arenales tenemos vergeles y en otros playas para tostar. Si un desierto lo llenamos de ciudadanos que se pongan a pensar, lograremos otro Líbano u otro Israel. No es la perfección, excepto que hablamos de Marbella o Torremolinos.
Todos los desiertos tienen tendencia a empeorar. Incluso aunque los llenemos de colores y agua. Pero más si los vaciamos de personas dispuestas a pensar.