Sobre el río ancho de la vida que va rápido a su desembocadura, quedó la muerte de un tronco ya hundido en sus miserias. Pero la muerte es vida. O incluso la vida siempre termina en muerte para crear más vida. Este tronco supo aprovecharse de la humedad y la luz y volvió a florecer. No desde dentro, sino desde la afueras, desde los parásitos que supieron emplearlo como sujeción. Pero es vida. Nueva vida.