Las ventanas no siempre son para asomarse. Hay civilizaciones que huyen de ser vistos, que abrazan el interior, el secreto de la familia, que viven de espaldas a la calle. Sus paisajes son siempre interiores, pero necesitan que entre aire renovado, que corra el viento por dentro, que salgan los demonios de la noche.
Para eso, con unos pequeños agujeros se sirve de escapatoria, por donde los diablos nocturnos escapan al amanecer. No se ven los rojos con cola de pinchos, pues son transparentes, pero se notan pues el vicio inunda las calles que es donde ellos pululan cazando débiles. Por eso las personas de bien se esconden dentro de los hogares, para no ser pillados. Son los más llamados “aburridos”.