Rojo, amarillo, verde y negro.
Picante, dulce, agrio, ácido.
Crujiente, líquido, blando, duro.
Podría ser que alguno fuera caliente y otro muy frío. Dos de ellos tienen cáscara, piel otro. Y a partir de todos estos elementos lo que tenemos es una posibilidad de construcción. Cada uno la podemos entender como queramos. Incluso asquearse con ella, sentir náuseas, disfrutar de una parte, rechazar el resto o mezclar los cuatro elementos hasta formar una masa gris o amarronada.
Nadie nos obliga a comérnoslo con los ojos. Nadie a que lo admiremos o a que nos guste. Tampoco a que lo odiemos. Todo lo que a partir de este momento suceda con estos cuatro elementos dependerá de cada uno de nosotros. Podemos escribir decenas de relatos, de cuadros o fotografías. O ninguna.
Yo por ejemplo me quedaría con los brillos del platito de cristal. Cada uno puede elegir lo que quiera.