En Diseño Gráfico se tiene muy en cuenta el contraste de color a la hora de crear sobre una página en blanco, tanto formas, como sobre todo textos que deban leerse sin dificultad al tener color.
Los textos deben leerse siempre muy bien y a una distancia en relación al tamaño del impreso final. El blanco sobre el negro y al revés sería el ejemplo más simple de contraste de color, pero en realidad no se trata de eso solo, sino de lograr que algunos colores y por ello algunos textos o formas, contrasten todavía más con lo que tienen a su alrededor.
En arte sucede lo mismo y desde lo impresionistas o incluso antes, se tenía muy en cuenta ese efecto óptico para lograr colores que resaltaran sobre el resto, dando la impresión de que se estaban utilizando colores que nunca antes se había empleado por su viveza.
El contraste de color bien utilizado logra que algo capte enseguida la atención del espectador, obviando en la primera mirada al resto de elementos. Lo que logramos con ellos es también un orden en la lectura de la obra, no solo leemos por la posición de los elementos o por su tamaño, sino también por su color y su contraste en relación al todo.
Los colores se diferencian entre ellos por más elementos que por el propio color. Unos son más claros que otros, otros más cálidos o fríos, más primarios, más limpios, más aburridos o planos. Y lo curioso es que no lo hacen en sí mismo, sino muchas veces en relación al color que les rodea.
En el clásico ejemplo que os dejo arriba en la imagen vemos el mismo naranja y morado sobre diferentes fondos. En algunos de ellos el naranjo cobra más protagonismo que el morado, más fuerza y contraste. Mientras que en otros es el morado el que se apodera de la atención primera y lo vemos más limpio y potente. Eso es el contraste de color y sus posibles usos.
No siempre el color complementario logra el efecto mayor, pues también depende de la temperatura de ellos, del contraste y la luz de cada uno, de la saturación o suavidad, de los tonos y de su limpieza.
Podemos tener contraste de color por el contraste que producen los colores puros muy diferentes de color como sucedería entre el banco y el negro por poner el ejemplo más simple, un efecto básico de luminosidad.
También lo logramos si ponemos juntos colores fríos y colores cálidos con diferentes importancias en el diseño final. Si uno de los dos colores ocupa mucho más espacio que el otro color vecino.
También provocando un contraste simultáneo al poner sobre un fondo gris unos colores puros que obligan a que alrededor de esos colores y sobre los grises surjan sus complementarios como leves sombras de los colores puros. Logramos más o menos contraste de color si matizamos la fuerza y el tono de uno de ellos.
Y lo podemos reforzar si lo saturamos más o menos de color, con relación a los colores que rodean al que deseamos remarcar. Por último podemos lograr la atención si sobre un fondo grande ponemos pequeños detalles de colores complementarios, lo que nos lleva a prestarles más atención que el lógico para su tamaño.
Los pintores impresionistas fueron los primeros que estudiaron en profundidad las teorías de color, sus armonías cromáticas, el uso de los colores para “impresionar” reconstruyendo los paisajes con sus propias visiones o miradas de los momentos que captaron, trabajando con las formas de esos paisajes, y sobre los que modificaban sus colores para darles más luz, más contraste, más armonía, más impresiones en los espectadores de sus obras.
Los pintores impresionistas trabajaban muy bien los colores complementarios yuxtapuestos, usándolos en zonas suficientemente grandes para intensificar el color, mientras que los usaban en pequeñas cantidades que se fundían en el ojo humano, reduciéndose entonces a un tono neutro.