Todos nos abrimos al cielo al menos una vez en la vida. La última. Pero mientras tanto miramos para observar el camino.
Creemos —pues así nos lo han enseñado— que el cielo está arriba, pero podría ser que estuviera en un lateral, o incluso debajo.
De todas las formas, lo que parece más seguro es que tendremos que entrar por una abertura no muy ancha, por donde no todos cabemos.