Es la escena en la que Harvey Keitel enseña a William Hurt su proyecto fotográfico. Una fotografía de su esquina, de su estanco… todos los días del año y a la misma hora. El conjunto tiene el valor que le otorga eso, la mirada de algo común convertido en un proyecto diverso, con diferentes luces, distintas épocas del año, personas que van y vienen, que se repiten o no, que cambian.
Da igual el motivo que lleva al protagonista a crear aquella secuencia de 1.000 fotos diferentes del mismo lugar. Lo que nos queda es la idea de que una mala foto es una mala foto. Pero 1.000 malas fotos son un proyecto, una idea, una parte de nuestra vida. Si además en vez de ser malas son buenas, ya es la leche merengada.
Da igual el motivo que lleva al protagonista a crear aquella secuencia de 1.000 fotos diferentes del mismo lugar. Lo que nos queda es la idea de que una mala foto es una mala foto. Pero 1.000 malas fotos son un proyecto, una idea, una parte de nuestra vida. Si además en vez de ser malas son buenas, ya es la leche merengada.