Si cogemos una pared de Pontevedra que antes servía para cerrar hacia la calle una empresa ya quebrada, y observamos bien lo que nos muestran sus cristales pintados, enseguida entendemos que cuando la muerte entra en tu negocio, lo mejor es tapar los cristales con pintura negra, para que los bichos malos no se pongan a pintar recuerdos.
Dentro había un negocio, una inversión. Ahora no hay más que polvo. Las ilusiones se han evaporado.