A raíz de la pandemia aprendimos a escondernos dentro de mascarillas y sobre las casas nos enseñaron que había que mirar hacia dentro y de otra manera. Teníamos cuevas y no lo sabíamos.
Pero hemos despertado de esa pandemia de hace cuatro años algo peores, más débiles, más histéricos y violentos, más solitarios.
No nos miramos, mucho menos nos tocamos, creemos que todos son enemigos en potencia, y hemos ido haciendo un caos ese mundo que nos imaginábamos mejor.