La fotografía antigua, la fotografía de más de un siglo de antigüedad es un lujo. Representa casi la prehistoria de algo que hoy todos tenemos en el bolsillo y que entonces solo podían realizar profesionales.
Pero sobre todo nos recuerda a personas, familiares, lugares, vestimentas y modos. Este hombre se llamaba Julio, era inspector de Tranvías de Zaragoza y murió muy joven por un cáncer, antes de la Guerra mal llamada civil.
Lo vemos ahora con ese pañuelo al cuello, su posible reloj de cadena en el bolsillo, y aunque yo no lo conocí, me lleva a verlo casi con vida pues algunos familiares posteriores se parecen a él.
Una fotografía antigua nos dice mucho. Sus modos y formas de ser, de vestir, pero a la vez, la continuidad de sus formas y rostros, de sus miradas, que acompañan a lo que hemos sabido de él.
No tiréis nunca las fotografías de vuestros antepasados. Se pueden ver en rastros o mercadillos a precios irrisorios, pues su valor es el de la familia.