Creemos que nos movemos por encima de todo lo que nos rodea. Que somos los que pisamos a todos y a todo.
Pero estamos por debajo del aire, del cielo, de la inmensidad.
Somos tan diminutos que posiblemente no nos vienen a visitar nadie por eso, por nuestro tamaño.
Somos como una mota de polvo flotando y además boca abajo.
Pisamos el polvo, nuestro propio polvo, pero no aguantaríamos un estornudo suave del universo.